Cuidar el crecimiento es cuidar la salud
Jorge Selaive Economista Jefe Scotiabank Chile y académico FEN U. de Chile
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Jorge Selaive
Nuestras autoridades libran una batalla diaria para ralentizar la curva de contagio del Covid-19. Hasta ahora, lo han logrado: según los testeos preventivos realizados, Chile no se encuentra en una situación particularmente compleja en materia de contagios, lo que revela que la cuarentena total y el aislamiento optativo de empresas y ciudadanos estarían colaborando para evitar un colapso del sistema sanitario.
Sin embargo, esto ha generado enorme daño al crecimiento de Chile y del mundo. La recesión es un hecho en varias economías desarrolladas y también en emergentes. Acá el Banco Central señaló que la economía se contraería 2,1% este año e, implícitamente, dichas proyecciones contienen tasas de desempleo en torno a los dos dígitos. Con ello, muchos chilenos sufrirán los tormentos de estar desempleados, con la intensidad con que muchos de sus padres lo vivieron durante la crisis de los años ochenta.
Compartiendo la relevancia de proteger a la población del coronavirus, es importante subrayar también que medidas draconianas que impacten irreversiblemente el crecimiento económico pueden terminar generando mayor pérdida de vidas y deterioro del sistema de salud, así como una reversión en la capacidad de apoyar a los menos favorecidos y sostener mejores pensiones. Finalmente, pueden terminar dañando mucho más el ecosistema social y sanitario que el mismo virus.
Diversos estudios señalan una estrecha relación entre crecimiento económico y bienestar social, sanitario, mortalidad, entre otros. Brenner (2005), por ejemplo, señala que el crecimiento económico y su consecuente efecto sobre el desempleo fue la base de la disminución de la tasa de mortalidad el siglo pasado en EE.UU. Muchos otros han reafirmado que la situación socioeconómica esta inversamente relacionada al estatus de salud. Mayores ingresos en una familia, al igual que en un país, han mostrado ser un excelente predictor de morbilidad y mortalidad. Por lo mismo, no es casual que Chile lo esté haciendo mejor en esas dimensiones en esta pandemia que otros países de la región. Por eso tenemos más camas, más testeo y más respiradores que muchos vecinos. Sin embargo, aquella diferencia generadora de crecimiento —y diferenciadora de salud y bienestar— debe cuidarse.
Cuando la economía no anda bien, la salud síquica de la población se deteriora, aumentan las consultas por otras enfermedades e igualmente colapsa el sistema de salud. En la medida que el bajo crecimiento se perpetúa, comienza a sufrir la salud en la juventud, y mayores dolencias emergen en la edad adulta.
Para que efectivamente la economía retome crecimiento, y con ello sea capaz de continuar robusteciendo su sistema de salud, así como el apoyo a los menos favorecidos en todas las dimensiones personales y familiares, no podemos permitir que el aislamiento social continúe y se extienda indefinidamente. Asimismo, con igual intensidad a como tomamos medidas para aplanar la curva, debemos comenzar a evaluar iniciativas para permitir un flujo de regreso seguro de los trabajadores a sus empresas (testeo posterior).
Chile no puede darse el lujo de extender e intensificar la cuarentena sin una mirada a la economía, más aún cuando tenemos otros desafíos que pueden colocar lomos de toro en el futuro muy cercano. El Banco Central proyecta una expansión de 4,3% en 2021. Aquello no está garantizado, tanto por un eventual error en el manejo de esta crisis sanitaria como por la incertidumbre política que introduce el proceso constituyente.